Además de estar metida en mil cosas en las que necesito estar como mujer,como gitana, como reivindicadora de espacios, palabras y acciones y en las que seguiré participando hasta que la vida me dé, actualmente soy voluntaria formal en una ONG de ámbito internacional. Con la conmemoración del 5 de diciembre, Día Internacional de los Voluntarios (Y a pesar de que ese espacio
de voluntariado está totalmente feminizado con todo lo que ello conlleva -precarización, invisibilización…- ni siquiera Naciones Unidas reconoce que todo el peso en este ámbito lo llevamos nosotras, denominándolo “del voluntariO”) se han realizado por todo el estado encuentros de voluntariado en la organización. Acabo de llegar de dos días muy intensos en los que he tenido la oportunidad de encontrarme con personas que dan altruístamente su tiempo libre sin recibir nada a cambio, con discursos muy caňeros, emotivos y motivadores. Pero también me he encontrado con personas cuyo discurso no encaja en los valores que se presuponen para ser voluntaria en una entidad sin ánimo de lucro. Y digo presuponen porque a la hora de la verdad cada una es de su casa y su pensamiento transcurre según sus procesos vitales. En realidad esto está bien, ya que si todas estuviesemos en el mismo punto no tendríamos la ocasión de aprender unas de otras, ni ejercer resistencia para el cambio y, además, el mundo sería muy aburrido.
Algo de lo que me he dado cuenta, y es lo que me gustaría transmitir aquí, es que todas las personas racializadas hemos de desarrollar resiliencia emocional cuando creemos estar en espacios seguros, sin ser luego nada de eso. Conocer y reconocer el propio valor que tengo como mujer gitana, mujer negra, mujer musulmana, mujer magrebí, mujer amazigh… me va a permitir contestar adecuadamente a quien cuestione todo mi saber y mi sentir desde su privilegio blanco. O, como he aprendido a lo largo del tiempo, desde la supuesta posición de privilegio con respecto a mi de otra persona racializada, y esto me da miedo, porque lo he reconocido como peligroso.
No pretendo dar lecciones sobre moralidad al uso, considero que ésta también es una construcción social desde un etnocentrismo blanco, pero sí quiero dejar constancia del hecho de que si las gitanas, las negras, las musulmanas, las marroquíes, las amazigh, las bolleras, las trans, las diferentes estamos en estos espacios no es que tú, persona blanca heteronormativa me estés “cediendo el lugar”: esos espacios también son míos, y reivindico mi derecho y mi deber de estar ahí.
Porque la construcción de mi resiliencia emocional sí parte de mis vivencias personales, que son las que me mueven para combatir la violencia antigitana en particular y racista en general, de ahí que considero necesario moverme en espacios no únicamente gitanos, que ejerzo mi resistencia desde cualquier espacio donde las prácticas racistas necesitan una respuesta racial como contrapunto.
Porque hechos como el ocurrido a Antoinette T. Soler, directora y fundadora de Afroféminas en Huelva no son puntuales y aislados, y es necesario tejer esa red de mujeres que traspase cualquier color para desmontar el racismo que nos atraviesa a todas.
Porque desde hoy el monstruo de la derecha fascista que ha despertado en el sur ha de hacer que nos levantemos en armas para combatirlo, y no atomizadamente cada una desde su compartimento estanco, sino desde una red de mujeres racializadas y unánimes.
Personas racistas, clasistas, xenófobas son como un virus de VIH en un período ventana: una alta carga viral que el sistema immunólogico de esta sociedad va a tener que atacar desde todos los frentes, con resistencias específicas en cada fase de la enfermedad, y ahí es donde entramos las retrovirales: nosotras, hermanas con anticuerpos antiracistas en la sangre, esa sangre que es la que nos mueve desde las entraňas, que independientemente de lo que diga la antropología (blanca) es una de las medidas más fiables que conozco.
No digas pobres gitanas, pobres negras, pobres migrantes, personas racializadas y diferentes. Pobres de vosotras, personas blancas cis heteronormativas que intentáis dejar fuera una parte importante de la sociedad, que es la que con la rabia bien canalizada hacia la lucha contra la injusticia social va a determinar si el cuerpo social sólo padece una enfermedad crónica cuyo impacto se puede reducir aplicando la correcta dosis de medicación, o si por el contrario va directo la más espantosa muerte anunciada y predecible: muerte por Intolerancia a quien es diferente y tiene el valor para luchar por ello.
Imagen: SarayB
“No creo que tu capacidad de lucha tenga que ver
con lo grande que seas. Tiene que ver
con la rabia que hay en ti.”
(Amy Whinehouse) .
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